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¿Acaso tiene nuestra Fundación demasiada influencia? He aquí mi opinión al respecto.

Mark Suzman asiste a una demostración de una aplicación médica en el Hospital de Mujeres Veerangana Awanti Bai (India).
Mark Suzman observa una demostración de una aplicación médica en el Hospital de Mujeres Veerangana Awanti Bai (India). Foto: Archivo Gates/Mansi Midha

Grandes apuestas para alcanzar objetivos globales

A menudo se nos hace la siguiente crítica: "¿Por qué un par de multimillonarios que no han sido electos por nadie marcan la agenda de la salud y el desarrollo mundiales?".

En efecto, nuestros fundadores son multimillonarios. Pero ni ellos, ni yo, ni el resto de nuestro consejo de administración marcamos la agenda mundial; como fundación, aportamos una respuesta a la misma. Nos guiamos por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que son un conjunto de compromisos concretos y medibles asumidos por cada país miembro de las Naciones Unidas para con sus propios ciudadanos.

A partir de esas prioridades compartidas, identificamos un subconjunto de áreas, desde la mejora de las tasas de vacunación hasta el aumento del poder económico de las mujeres,en las que contamos con los fondos, la experiencia y las relaciones para formar parte de la solución, y en las que difícilmente pueden darse avances transformadores sin nuestra participación. Geográficamente, tratamos de ayudar a quienes viven en lugares con una elevada carga de enfermedad y pobreza.

Hacemos públicas todas nuestras inversiones y nos esforzamos por ser totalmente transparentes en cuanto a nuestras prioridades y estrategias. Por último, buscamos formas de unirnos a aquellos que están tratando de superar estos retos y evaluamos cuidadosamente la situación para determinar nuestro papel. Al fin y al cabo, si bien los importes que desembolsamos son significativos, suelen ser sólo una pequeña parte de los fondos que el mundo dedica a estos problemas. Por eso trabajamos con socios, para ampliar todas nuestras contribuciones.

Para arrojar luz sobre el enfoque que le damos a nuestro papel, permítanme ilustrar la forma en que empleamos nuestra influencia utilizando como ejemplo tres de las prioridades importantes reflejadas en nuestro nuevo presupuesto y en nuestros objetivos a largo plazo: ayudar a los pequeños agricultores a prosperar pese a los efectos del cambio climático, acabar con la malaria y ayudar a las escuelas estadounidenses a que su enseñanza de las matemáticas sea más eficaz.

Adaptación agrícola: actuar donde más se necesita

Marietta Mwikali da de comer a sus gallinas maíz cosechado a partir de semillas híbridas resistentes a la sequía, en su pequeña granja de Kenia.
Foto: Archivo Gates/Alissa Everett

Nuestra labor para aportar una respuesta al cambio climático es un gran ejemplo de cómo buscamos dar prioridad a las necesidades de las personas más vulnerables y de que estamos haciendo todo lo que está en nuestro poder para que otros también lo hagan.

Es una dura realidad que las comunidades que menos han contribuido a la crisis climática están ya experimentando sus consecuencias más graves. Nadie lo sabe mejor que los pequeños agricultores del África subsahariana y el sur de Asia, quienes se enfrantan a inundaciones y sequías devastadoras, temporadas de cultivo cada vez más cortas y, en algunos lugares, incluso hambrunas.

Llevamos 16 años enfocándonos en el desarrollo agrícola, porque es una de las formas más eficaces de ayudar a un gran número de personas a salir de la pobreza. Recientemente anuncié en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022 que estamos acelerando ese trabajo con un compromiso de 1 400 millones de dólares a lo largo de un periodo de cuatro años para ayudar a proporcionar herramientas innovadoras a los agricultores y construir sistemas alimentarios más resistentes.

Durante años, los líderes del África subsahariana, el sur de Asia y otras regiones afectadas han pedido un aumento drástico del financiamiento para la adaptación, es decir, para ajustarse a los cambios en el clima, en lugar de prevenir o mitigar el cambio climático. Estos llamados, en gran medida, han sido ignorados. Mientras que en 2020 se gastaron 632 000 millones de dólares a escala internacional para combatir el cambio climático, sólo el 7 % de esta cantidad se destinó a la adaptación climática.

No es que el mundo no haya invertido en innovación agrícola. Ciertamente lo ha hecho, con increíbles avances en la productividad de los cultivos en los últimos 50 años. Sin embargo, se han destinado muy pocos recursos a satisfacer las necesidades de los agricultores en países de bajos recursos, incluso por parte de los países donantes que se han comprometido públicamente a hacerlo.

Por ejemplo, la inmensa mayoría de la investigación y el desarrollo se ha centrado en los principales cultivos que uno encuentra en naciones ricas, en lugar de priorizar cultivos de los que dependen millones de familias africanas. Los países ricos invertirán en mejores métodos para producir los cultivos de los que depende su población, independientemente de si interviene o no la Fundación Gates. Pero no ocurre lo mismo con los caupíes, el mijo, la mandioca o el arroz de siembra directa.

Financiamos un enorme volumen de investigación, en particular a través del CGIAR, una red de centros de investigación de todo el mundo, sobre cómo producir estos cultivos y criar al ganado de forma más fiable, prolífica y sostenible. También invertimos para asegurarnos de que las innovaciones satisfagan las necesidades de los pequeños agricultores, por ejemplo, respondiendo a la petición de los países de bajos recursos de disponer de mejores datos y modelos para predecir fenómenos climáticos.

En el marco de nuestra estrategia de adaptación agrícola, dar prioridad a las necesidades de las mujeres es un aspecto importante. La igualdad de género es un Objetivo de Desarrollo Sostenible en sí mismo, pero también es una vía indispensable para alcanzar todos los demás objetivos. Las enfermedades no pueden erradicarse si los investigadores no comprenden las formas únicas en que estas afectan a las mujeres y las niñas; las tecnologías innovadoras de saneamiento no servirán eficazmente a una comunidad a menos que personas de todos los géneros se sientan cómodas utilizándolas; las medidas contra la pobreza no harán mella a menos que capten a los millones de mujeres que se ganan la vida al margen de la economía formal.

Teniendo todo esto en cuenta, hace varios años nos comprometimos a diseñar estrategias e inversiones que sirvieran eficazmente a las mujeres y las niñas. Es en el área de la agricultura donde más relevancia cobra esta acción, ya que las mujeres representan la mitad de los pequeños agricultores de todo el mundo. Estamos utilizando nuestra influencia para situar a las mujeres agricultoras en el centro de las soluciones, ya sea mediante la igualdad de acceso al crédito y a los mercados, los instrumentos de labranza adaptados a ellas o la formación para que sean mentoras y líderes en sus comunidades.

Y lo más importante es que lo hacemos en colaboración con instituciones regionales y locales. Aunque a veces se nos acusa de promover intereses corporativos o tecnologías que los países no quieren, en realidad trabajamos a petición de los gobiernos nacionales y organismos regionales como la Unión Africana (que ha desarrollado una estrategia climática para todo el continente) y la Iniciativa Africana de Adaptación (que ayuda a los gobiernos a conseguir financiamiento para el clima y coordina los esfuerzos de promoción). Invertimos mucho en la creación de instituciones para que sean estas quienes puedan liderar el trabajo en general. De igual forma, utilizaremos nuestra influencia para presionar a otros a asumir más liderazgo en la materia.

Malaria: equipar a nuestros socios para acabar con esta enfermedad

Distribución de mosquiteras de última generación a las comunidades locales, Benín.
Foto: Gates Ventures

A principios de este siglo, se había erradicado la malaria en los países ricos, sin embargo, esta enfermedad seguía matando a casi un millón de personas al año, en su mayoría niños pequeños, en los países más pobres.

Así que nos unimos a otras organizaciones que trabajan para reducir el impacto de esta enfermedad prevenible, y dedicamos miles de millones de dólares a este esfuerzo. El pasado mes de septiembre, la Fundación anunció un compromiso de 912 millones de dólares a lo largo de tres años con el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria.

Sin embargo, puede ser que nuestra mayor contribución a lo largo de los años no haya sido de orden monetario. En 2007, Melinda planteó un reto a la comunidad sanitaria mundial: en lugar de limitarnos a reducir la amenaza de la malaria, ¿por qué no erradicarla por completo? A partir de ahí, trazamos un plan retrospectivo: ¿Qué acciones llevarían al mundo a cero casos? De ellas, ¿cuáles serían improbables si no desempeñáramos un papel?

Nuestra influencia no se ha centrado realmente en lo que nosotros podemos generar. Al fin y al cabo, nuestra contribución al Fondo Mundial no representa más que un 6 % de las aportaciones totales. Se trata de cómo ayudamos a otros a tener un gran impacto.

Hemos financiado I+D y hemos logrado que empresas del sector privado se enfoquen no sólo en la próxima generación de herramientas de diagnóstico, mosquiteros y medicamentos, sino también en la generación posterior. Hemos cerrado acuerdos de trabajo con empresas farmacéuticas para que produzcan medicamentos que beneficien a las poblaciones de bajos ingresos, aunque el margen de beneficio de esos productos no sea muy grande. Hemos ayudado a varios países a exportar sus conocimientos, incluyendo a China, que erradicó la malaria dentro de sus fronteras y ahora pone su experiencia al servicio de países africanos, y hemos ayudado a otros países a reforzar sus sistemas de medición y capacidad analítica para que puedan utilizar los datos con el fin de adaptar las intervenciones contra la malaria a las necesidades locales. También financiamos la formación de entomólogos africanos y de personal de los programas nacionales contra la malaria para que siempre haya una vibrante comunidad de expertos luchando hasta la erradicación final de esta enfermedad.

Durante todo este tiempo, Bill, Melinda y yo hemos dedicado mucho tiempo a tratar de convencer a los líderes de que dediquen más recursos para luchar contra la malaria y otras enfermedades que afectan de forma desproporcionada a quienes viven en la pobreza.

A todas luces, la lucha ha sido un gran éxito. Aunque las muertes provocadas por la malaria han aumentado durante la pandemia, entre el 2000 y el 2020 la tasa de mortalidad se redujo casi un 50 %. Somos optimistas en cuanto que los casos podrían reducirse aún más en los próximos años, gracias a que se está trabajando en una serie de innovaciones prometedoras, incluyendo una terapia preventiva que utiliza anticuerpos monoclonales y formas de librar a las zonas afectadas de los mosquitos más mortíferos (matándolos con trampas de cebo de azúcar o utilizando tecnología genética para detener la transmisión de la enfermedad).

A pesar de estos avances, la gente sigue planteando buenas preguntas sobre nuestro trabajo. Nos preguntan si no sería mejor que en vez de dedicar recursos a determinadas enfermedades se utilizasen esos recursos para mejorar los sistemas de salud en general. Sugieren que la erradicación es un objetivo poco realista y critican a la Fundación por desempeñar un papel que consideran desproporcionado.

Estamos de acuerdo en que financiar los sistemas sanitarios es importante, por lo que hacemos esto también, en Etiopía, la India y otros países. De igual forma, concordamos con que pedir que se erradique la malaria es ambicioso, pero sabíamos que cualquier objetivo menor significaría un sufrimiento continuado para las poblaciones afectadas.

En cuanto a la dimensión de nuestro papel, estoy, de cierta forma, de acuerdo con que no está bien que un organismo privado de filantropía sea uno de los mayores financiadores de los esfuerzos multinacionales de salud mundial. Los países deberían financiarlos íntegramente. Pero tomemos el ejemplo de la Organización Mundial de la Salud. Cuando compartimos objetivos comunes, como la erradicación de la malaria, financiamos programas de la OMS. A medida que los países han ido reduciendo sus contribuciones, nos hemos convertido en el segundo mayor donante. Me encantaría que muchos más gobiernos estuvieran por encima de nosotros en esa lista, porque esto significaría que se salvarían más vidas.

Enseñanza de las matemáticas: Aumentar las expectativas de una enseñanza atractiva

Cuando en octubre de 2022 se publicaron los resultados de la Evaluación Nacional de Progreso Educativo de Estados Unidos, vimos el mayor descenso en los resultados de matemáticas de cuarto y octavo grado registrado en los 50 años de historia de la prueba. Sin embargo, no necesitábamos esos resultados para saber que, en demasiadas aulas, desde el jardín de niños hasta el duodécimo grado, las matemáticas son una ardua tarea en lugar de un gusto, y una barrera comprobada para llegar a la graduación de la escuela secundaria e incluso de la universidad, sobre todo para los estudiantes afroamericanos y de otras minorías raciales.

Por eso estamos invirtiendo 1 100 millones de dólares durante un periodo de cuatro años para mejorar la calidad de la enseñanza de las matemáticas para todos los niños.

Como porcentaje del gasto en educación de EE. UU., no es una cantidad enorme ya que representa solo una sexta parte de lo que probablemente se gastará en escuelas públicas en Wyoming, el estado menos poblado de EE. UU., durante ese mismo periodo. Pero esperamos que marque una gran diferencia.

La mayoría de los educadores afirman que el programa de estudios de matemáticas que se imparte no es atractivo, eficaz ni relevante para la vida de los alumnos. Los maestros dedican mucho tiempo, del poco que tienen, a la adaptación de los materiales existentes o a la creación de los suyos propios. Sin embargo, las editoriales educativas no han hecho lo suficiente para entender lo que quieren los profesores ni lo que necesitan los alumnos y mejorar lo que está disponible.

Por eso lo estamos haciendo nosotros. Financiaremos equipos de distritos escolares y universidades para realizar investigaciones, que ellos mismos definirán, sobre lo que funciona y lo que no en la enseñanza de las matemáticas en primaria y secundaria. En el marco de este esfuerzo se proporcionarán a los profesores tecnologías educativas que les brinden más herramientas, así como nuevos enfoques de formación de los docentes e incluso una mayor variedad de cursos de matemáticas.

Junto a un consorcio de otros financiadores, nos asociaremos con un pequeño número de editoriales innovadoras y empresas de tecnología educativa para desarrollar nuevos productos sorprendentes, evaluar su eficacia en la mejora de la motivación, el compromiso y la persistencia y hacer que lo mejor de ellos esté disponible para tantas aulas como sea posible.

Nuestro objetivo final no es sólo fomentar el desarrollo de material de matemáticas mejor y más atractivo que sirva a los alumnos más rezagados, sino también demostrar a las grandes editoriales que existe un mercado para ese material. Si hacemos bien nuestro trabajo, las editoriales también se encargarán de crear mejores recursos.

Un grupo de estudiantes trabajan juntos para resolver los problemas de su libro de texto durante una clase de precálculo, Estados Unidos.
Foto: Alianza para una Educación Excelente /Allison Shelley.

Nuestro trabajo con expertos externos para establecer estrategias

La promesa por delante

Aunque somos optimistas sobre el potencial de progreso, también somos realistas. En lo que respecta a los temas en los que trabajamos, éste es el periodo más difícil de la historia de la Fundación. Y es poco probable que los retos a los que se enfrenta el mundo se resuelvan en 2023.

Por lo tanto, buscaremos formas aún más eficaces de acelerar la innovación y estimular la acción hacia los objetivos mundiales.

Esto no significa que vayamos a establecer la agenda de organizaciones multilaterales como la OMS y el Fondo Mundial. Tampoco decidiremos qué medicamentos contra la malaria aprobarán los organismos reguladores, ni qué investigaciones llevarán a cabo los científicos. No decidiremos qué semillas plantarán los agricultores en sus campos, ni qué plan de estudios adoptará un sistema escolar, ni si se colgará un mosquitero en una casa.

Nuestro papel consiste en garantizar que quienes toman las decisiones, ya sean miembros de consejos escolares, cultivadores de mandioca o ministros de sanidad, tengan las mejores opciones posibles entre las que elegir y la mejor información posible para fundamentar sus decisiones. Pero no nos equivoquemos:

Cuando haya una solución que pueda mejorar los medios de subsistencia y salvar vidas, la defenderemos con perseverancia.

Mientras cientos de miles de niños mueran de malaria únicamente por vivir donde viven, mientras estudiantes de color y de bajos recursos no tengan oportunidades educativas equitativas y mientras la hambruna amenace a poblaciones enteras, no dejaremos de utilizar nuestra influencia, junto con nuestros compromisos monetarios, para encontrar soluciones.

Vemos un futuro prometedor y estamos emocionados de contribuir a que éste se haga realidad.

Mark Suzman, Director Ejecutivo

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